Fotorreportaje

Testigos forestales

Cada amanecer brigadistas forestales al poniente del Estado de México preparan comida, agua y herramientas en su mochila. Salen al encuentro con los bosques de sus comunidades, en ellos el trabajo colectivo es promesa de que se mantengan.

Pedro Alejandro Hernández y Luis Alejandro Ancelmo durante un recorrido en la cascada de Acaluca.

Emplean radios ante la falta de cobertura celular cuando se alejan de sus núcleos habitacionales. Con ellas comunican la emergencia de incendios y la presencia de “talamontes” no autorizados, quienes suelen estar armados.

Restos de un tronco talado en Acahualtzingo

Una “tala”, o deforestación ilegal, implica dar aviso a las autoridades ejidales y a la Protectora de Bosques del Estado de México (PROBOSQUE), quienes en conjunto denuncian el delito. Además, el área afectada debe limpiarse de restos maderables derribados, pues estos se convertirían en combustible para incendios.

Árboles talados ilegalmente en San Juan Atzingo, detectados durante un recorrido de vigilancia.

La resilencia de las comunidades forestales para preservar la salud del bosque se encuentra en su organización asamblearia. En colectivo se distribuyen la limpieza de brechas cortafuegos, chaponeo, reforestación, vigilancia y extinción de incendios.

Arnulfo Gómez narra a La Coperacha las principales amenazas al “Gran Bosque de Agua” de su región.

En las faenas se materializa la relación social con el bosque, basado en el conocimiento situado de su ecosistema natural y comunitario. Vivir en comunidad como pueblo indígena y en contacto permanente con el territorio afianza su sentido de pertenencia y responsabilidad para con este.

Entender al bosque como un sujeto vivo con el que la población mantiene una relación cercana es lo que la caracteriza como una “comunidad forestal”. En palabras de estas comunidades, el “respeto” y la “empatía” son principios de esta relación.

El “granicero” de San Pedro Atlapulco, Encarnación Dionicio, mejor conocido como el Tío Chon, realiza un ritual para “pedir permiso” al bosque y entrar en él.

Existe una diversidad de maneras en las que estas comunidades forestales dan testimonio de su vínculo con el “monte”, como ellas lo llaman. Las expresiones espirituales y las formas de trabajo son algunas de las formas que toma esta diversidad.

Flor Vargas, quien se cubre lo más que puede al subir al frío paraje del Teponoztle.

Los participantes de estas brigadas comunitarias balancean tiempo entre sus vidas personales y colectivas. Parten de un punto de reunión en el pueblo de origen u organizan una ruta de recogida en camioneta.

Alberto Dionicio y Antonio Noyola durante la limpia de brechas “cortafuegos”.

Al llegar al bosque cada quien ya sabe cuál es objetivo del día y qué parte le corresponde. El ciclo estacional es uno de los factores que determinan las labores de la jornada. Aprovechan la temporada de lluvias para reforestar y los meses de “secas” para el control de incendios.

Cuatro brigadas cuidan del los bosques de San Pedro Atlapulco. Los brigadiatas se encuentran en el paraje El Teponoztle.

La labor de las brigadas es autónoma en buena medida, aunque, también buscan apoyo de organizaciones civiles y dependencias gubernamentales. El cual llega como donaciones de herramientas y uniformes, como capacitaciones o como transferencias monetarias para compensar la fuerza de trabajo invertida.

La economía global, que privilegia la ganancia y la devastación ecológica, lo que va en sentido contrario de la visión a las comunidades forestales ya que ellas aprovechan su entorno. Por ejemplo, con la iniciativa turística de los Pueblos Originarios Coordinados para el Bosque y el Turismo (POCBOTU), que concilia la sustentabilidad financiera y medioambiental.

Dulce María Gómez, integrante de la brigada forestal femenina de San Jerónimo Amanalco, poda ramas inferiores para dirigir el crecimiento de árboles jóvenes.

Los servicios ambientales que las comunidades forestales realizan en los bosques facilita la renovación de los recursos naturales que el mismo sistema económico necesita. El agua, los recursos maderables y no maderables, el hábitat de especies y el oxígeno que produce el bosque son, en parte, resultado de su trabajo.

Ejidatario de la cuenca de Amanalco en el Parque Ecoturístico San Lucas.

La relación íntima con el bosque las distingue de entre la sociedad mexicana, una sociedad que no reconoce la aportación fundamental de su trabajo. Estas comunidades consideran que sin reciprocidad de cuidados por parte de los centros urbanos, las zonas forestales no podrán subsistir.

Poza de relajación en el Parque Ecoturístico San Lucas, en Amanalco.

Aunque cuentan con una identidad que las distingue como comunidades forestales, también lidian con algunos de los retos del presente comunes al mundo. La crisis climática, democrática y social mundial también se refleja en ellas.

Brigada femenina 031 de San Jerónimo Amanalco comparten sus cosechas de duraznos y hortalizas en el almuerzo. Acompañadas del perro “Chiquilín”.

Al igual que las brigadas forestales combatiendo incendios y deforestación, o las asambleas comunitarias como alternativas a la desorganización del sistema de partidos políticos, estas comunidades forestales son un frente más en el combate de problemas sociales como el machismo y la desconfianza en el gobierno.

San Juan Atzingo

La comunidad indígena de San Juan Atzingo, en el municipio de Ocuilan, habitan los últimos hablantes del idioma pjiekakjoo o tlahuica. Quienes mantienen una lucha de cinco décadas para que el Estado de México y el Gobierno Federal legitimen su gobierno autónomo.

Amanalco

La Cuenca Amanalco – Valle de Bravo cuenta con una superficie de 61 mil 548.47 ha, de las que 31 mil 114 son áreas forestales. En ellas, gracias al cuidado que los pueblos hacen del bosque se captura un aproximado de 8 millones 805 mil toneladas de CO2.

San Pedro Atlapulco

La tenencia de la tierra de San Pedro Atlapulco ha permitido que sus bosques florezcan. En estos montes, en el municipio de Ocoyoacac, Estado de México, la comunidad otomí echó raíz junto a cedros, oyameles y encinos.

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Septiembre 2023