Atlapulco

En San Pedro Atlapulco
prosperan 
los montes
La tenencia de la tierra de San Pedro Atlapulco ha permitido que sus bosques florezcan. En estos montes, en el municipio de Ocoyoacac, Estado de México, la comunidad otomí echó raíz junto a cedros, oyameles y encinos.
 
En este territorio comunal de siete mil 100 hectáreas, la población de Atlapulco aprendió hace muchos siglos a manejar sus recursos naturales de manera sustentable, lo que ha garantizado la permanencia del bosque.
 
Entre los retos que sortea la comunidad otomí se encuentran los efectos de la crisis climática que amenaza la biodiversidad del territorio atlapulsense. Ejemplo de ello es la alteración de los temporales, lo que tiene efectos en un alimento importante para San Pedro Atlapulco: los hongos. Cuentan las voces del bosque que cada año hay menos, no tienen el tiempo ni las condiciones necesarias para crecer, por lo que han desaparecido especies.  
Algunas experiencias que se proponen visibilizar se encuentran en el Bosque de Agua, un sistema ambiental proveedor de oxígeno, agua y otros recursos naturales que rodea gran parte del Valle de México, y que juega un rol decisivo para alimentar de recursos a la Ciudad de México.
Como en muchas zonas del mundo y del país, la ciudad se convierte en la principal devoradora de recursos naturales provenientes de la periferia, y prácticamente sin aportaciones ambientales que restituyan los estragos de su consumo. Esto genera una tensión entre los esfuerzos que hacen las experiencias forestales y el centralismo que tiene la ciudad dentro de las sociedades modernas.

 

Aires frescos

Los bosques de Atlapulco dan servicios ambientales como la absorción del dióxido de carbono, brindan oxígeno y agua, además de albergar una gran biodiversidad de flora y fauna. Este ecosistema se conversa por el trabajo y los cuidados que la comunidad da a su territorio, gracias a ello es que llegan a las ciudades de Toluca y la Ciudad de México estos bienes. 
 
Los beneficios sociales de administrar su territorio van desde aprender a trabajar con orden y respeto al entorno; la generación de empleos locales como los guardabosques, las brigadas forestales, el procesamiento de la madera, así como el ecoturismo.
 
A casi tres mil metros sobre el nivel del mar, los valles turísticos de San Pedro Atlapulco ofrecen servicios y atracciones respetuosas con su cultura. Además, es una oportunidad para conocer este ecosistema ubicado en medio de dos grandes urbes.
Nosotros 
pertenecemos 
a la tierra
La relación de respeto y cuidado que mantienen con el bosque les ha permitido conservar también su cultura. Para el pueblo otomí las personas no son las propietarias de la tierra, sino que ellas pertenecen a la tierra.
 
San Pedro Atlapulco cuenta con una población de cuatro mil 535 personas, las cuales participan en las labores de mantenimiento del bosque, por ejemplo, en temporada de lluvias se incorporan a las actividades de reforestación.
 

El territorio comunal que sustenta San Pedro Atlapulco viene de una historia de lucha y resistencia por preservar la tenencia social de sus tierras. El 26 de agosto de 1972 la comunidad logró la restitución de tierras comunales. El comunero Andrés Corona narra la historia de la Cabaña del Tepehuaje.

 

San Juan Atzingo

La comunidad indígena de San Juan Atzingo, en el municipio de Ocuilan, habitan los últimos hablantes del idioma pjiekakjoo o tlahuica. Quienes mantienen una lucha de cinco décadas para que el Estado de México y el Gobierno Federal legitimen su gobierno autónomo.

Amanalco

La Cuenca Amanalco – Valle de Bravo cuenta con una superficie de 61 mil 548.47 ha, de las que 31 mil 114 son áreas forestales. En ellas, gracias al cuidado que los pueblos hacen del bosque se captura un aproximado de 8 millones 805 mil toneladas de CO2.

San Pedro Atlapulco

La tenencia de la tierra de San Pedro Atlapulco ha permitido que sus bosques florezcan. En estos montes, en el municipio de Ocoyoacac, Estado de México, la comunidad otomí echó raíz junto a cedros, oyameles y encinos.

Septiembre 2023

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